Muchos profesores tienen la opinión de que lo mejor es corregir todos los errores que hace el alumno para que, de esta manera, no se fosilice ninguna forma incorrecta de la lengua. Otros, por el contrario, son partidarios de no interrumpir al alumno corrigiéndolo para no cohibirlo en la comunicación, son aquellos docentes que piensan que lo importante es la comunicación y que el error carece de importancia mientras el mensaje haya sido transmitido. Sin embargo, no corrigiendo nada en absoluto podemos provocar el estancamiento lingüístico de nuestros alumnos y que fosilicen errores bastante graves.
Además, una actitud extremadamente indulgente puede llevar a que el alumno piense que el profesor no se preocupa por su aprendizaje, además de provocar la ya mencionada fosilización. Por otro lado, una actitud extremadamente correctiva puede provocar que el estudiante sienta vergüenza o miedo de expresarse ya que el profesor no hace más que interrumpirle cada tres palabras. Por eso, lo ideal, es conseguir algo intermedio, es decir, corregir de una manera que el alumno se dé cuenta del error y de por qué es incorrecto, y no corregir absolutamente todos los errores que cometa.
La propuesta que hacemos en estas líneas es corregir sólo los errores que nuestros estudiantes sean capaces de reconocer porque correspondan a estructuras lingüísticas que ya han estudiado (en el caso de la corrección gramatical). En el caso del léxico, lo oportuno es corregir una palabra que corresponda a un falso amigo y que sea utilizada con un sentido muy diferente al significado original.
K. Johnson (1988) enumera las siguientes condiciones para que se pueda llevar a cabo la corrección de errores, es decir, para agilizar la evolución de la interlengua:
1. Reconocer la importancia de un error concreto.
2. Ser consciente de haberlo cometido, p. ej., gracias a la retroalimentación de su interlocutor.
3. Sentir el deseo de corregirlo.
4. Tener ocasión de practicar la unidad lingüística problemática cuanto antes y en situaciones reales de comunicación. Dichas situaciones constituyen un marco apropiado para la corrección tanto de las formas lingüísticas como del significado.